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Las rabietas y los berrinches son una parte normal del desarrollo infantil, especialmente entre los 2 y los 4 años de edad. Son la forma en que los niños pequeños expresan su frustración, enojo, cansancio o necesidad de atención cuando aún no tienen las habilidades lingüísticas o emocionales para comunicar sus necesidades de manera más efectiva. Si bien son comunes, las rabietas pueden ser un desafío para los padres, generando estrés, agotamiento e incluso sentimientos de culpa o incompetencia.
En este artículo, exploraremos qué son las rabietas, por qué ocurren y, lo más importante, qué estrategias puedes utilizar como padre o madre para manejarlas de forma efectiva y, al mismo tiempo, fomentar la regulación emocional en tus hijos (y sobrevivir en el intento).
Aunque a menudo se usan indistintamente, existe una sutil diferencia entre rabietas y berrinches:
Rabietas: Suelen ser explosiones emocionales más intensas y descontroladas, a menudo acompañadas de llanto, gritos, pataletas, golpes e incluso agresión física. Generalmente son una reacción a la frustración, la ira o la incapacidad de obtener lo que quieren.
Berrinches: Son comportamientos más manipulativos y dirigidos a conseguir un objetivo específico. Pueden incluir llanto, quejas, súplicas o intentos de negociar. A menudo son una forma de "probar" los límites de los padres.
En la práctica, la distinción no siempre es clara, y lo importante es entender que ambos son expresiones de emociones intensas que el niño aún no sabe manejar adecuadamente.
Las rabietas son comunes en niños pequeños debido a varios factores relacionados con su desarrollo:
Desarrollo del Cerebro: La corteza prefrontal, la parte del cerebro responsable del control de impulsos, la regulación emocional y la toma de decisiones, aún está en desarrollo en los niños pequeños.
Limitaciones en el Lenguaje: Los niños pequeños a menudo no tienen las habilidades lingüísticas para expresar sus necesidades y deseos de forma clara.
Desarrollo Emocional: Están aprendiendo a identificar y regular sus emociones, y las rabietas son una forma de expresar frustración, enojo, cansancio o necesidad de atención.
Búsqueda de Independencia: A medida que los niños crecen, buscan mayor independencia y autonomía, y pueden frustrarse cuando se encuentran con límites o no pueden hacer lo que quieren.
Temperamento: Algunos niños tienen un temperamento más sensible o reactivo, lo que puede hacerlos más propensos a las rabietas.
Si bien no siempre es posible evitar las rabietas, hay algunas estrategias que pueden ayudar a reducir su frecuencia e intensidad:
Anticipación: Intenta anticipar las situaciones que pueden desencadenar una rabieta en tu hijo y planifica con anticipación. Por ejemplo, si sabes que tu hijo se pone irritable cuando tiene hambre, asegúrate de tener a mano un refrigerio saludable.
Rutina y Estructura: Los niños pequeños se sienten más seguros y tranquilos cuando tienen una rutina diaria predecible.
Opciones Limitadas: Ofrece a tu hijo opciones limitadas para que sienta que tiene cierto control sobre su entorno. Por ejemplo, en lugar de preguntar "¿Qué quieres comer?", puedes preguntar "¿Quieres comer manzana o plátano?".
Comunicación Clara: Utiliza un lenguaje claro y sencillo para comunicarte con tu hijo, y asegúrate de que te está entendiendo.
Refuerzo Positivo: Elogia y recompensa a tu hijo cuando se comporte de forma adecuada, en lugar de centrarte únicamente en las rabietas.
Entorno Seguro: Asegúrate de que el entorno de tu hijo sea seguro y esté libre de peligros, para evitar situaciones de frustración innecesarias.
Descanso Adecuado: Asegúrate de que tu hijo duerma lo suficiente, ya que la falta de sueño puede aumentar la irritabilidad y la probabilidad de rabietas.
Cuando una rabieta está en pleno apogeo, lo más importante es mantener la calma y recordar que tu hijo no lo está haciendo a propósito para molestarte. Aquí tienes algunas estrategias que puedes utilizar:
Mantén la Calma: Respira profundamente y recuerda que la rabieta pasará. Si tú te alteras, la situación empeorará.
Valida sus Sentimientos: Reconoce y valida los sentimientos de tu hijo, aunque no apruebes su comportamiento. Puedes decirle algo como: "Veo que estás muy enojado porque no puedes tener ese juguete".
Ignora la Rabieta (si es posible): Si la rabieta es una forma de llamar la atención, a veces lo mejor es ignorarla (siempre y cuando el niño esté seguro).
Redirige su Atención: Intenta distraer a tu hijo con otra actividad o juguete.
Ofrece un Abrazo (si lo acepta): A veces, un abrazo puede ayudar a calmar a un niño que está teniendo una rabieta.
Tiempo Fuera: Si la rabieta es muy intensa o el niño se está comportando de forma agresiva, puedes utilizar el "tiempo fuera" como una forma de ayudarle a calmarse. El tiempo fuera no debe ser un castigo, sino una oportunidad para que el niño se tranquilice en un lugar seguro. Un minuto por año de edad suele ser una pauta.
Evita Ceder: Si cedes a las demandas de tu hijo durante una rabieta, le estarás enseñando que ese es un comportamiento efectivo para conseguir lo que quiere.
No lo Golpees ni lo Insultes: El castigo físico o verbal nunca es una forma efectiva de manejar una rabieta. Solo empeorará la situación y dañará la relación con tu hijo.
A medida que tu hijo crece, es importante enseñarle estrategias para regular sus emociones de forma saludable:
Identificar Emociones: Ayúdale a identificar y nombrar sus emociones.
Técnicas de Relajación: Enséñale técnicas de relajación, como la respiración profunda, la visualización o el yoga para niños.
Comunicación Asertiva: Anímale a expresar sus necesidades y deseos de forma clara y respetuosa.
Resolución de Problemas: Enséñale a identificar problemas y a buscar soluciones de forma constructiva.
Si las rabietas de tu hijo son muy frecuentes, intensas, duraderas o interfieren significativamente con su vida diaria o la de la familia, es recomendable buscar ayuda profesional. Un psicólogo infantil puede evaluar la situación y determinar si hay algún problema subyacente que esté contribuyendo a las rabietas, como un trastorno del desarrollo, ansiedad o problemas de conducta.
Las rabietas y los berrinches son una parte normal del desarrollo infantil, pero pueden ser un desafío para los padres. Al comprender las causas de las rabietas y al implementar estrategias efectivas para prevenirlas y manejarlas, puedes ayudar a tu hijo a desarrollar habilidades de regulación emocional y a construir una relación más positiva y armoniosa contigo. Recuerda que la paciencia, la comprensión y el amor incondicional son fundamentales en este proceso.
Si te sientes abrumado por las rabietas de tu hijo o necesitas apoyo para manejarlas, en Adesse contamos con especialistas en desarrollo infantil.